Cuando Segovia era potencia industrial en curtidos de pieles

Cuando Francisco Javier Mosácula terminó de escribir su libro sobre la pañería segoviana, el principal motor económico habido en la ciudad a lo largo de su historia, comprendió que quedaba una gran laguna por cubrir, la del estudio de la segunda industria más relevante, la del curtido de pieles. Así que, ni corto ni perezoso, Mosácula se puso a intentar llenar ese vacío. Fruto de su esfuerzo, ahora sale a la luz ‘El curtido de pieles en Segovia y su provincia’, editado por Librería Cervantes.

“A finales de la Edad Media –comienza diciendo este doctor en Historia por la UNED-, Segovia era una ciudad eminentemente ganadera, pero con los Reyes Católicos se empieza a impulsar la industria, para evitar la fuga de capitales y atraer divisas”. En no muchas décadas, esa política obtiene magníficos resultados. Un dato es revelador de la importancia adquirida por el curtido de pieles. De los cerca de 4.500 vecinos existentes en Segovia en 1561, casi 900 se dedicaban a la elaboración de paños, mientras que 160 trabajaban en el curtido de pieles. “La segunda industria, por mano de obra, es la de la conversión de la piel en cuero”, añade Mosácula.

Aunque en un principio cada curtidor debía trabajar sus propias pieles, no tardaron en surgir empresarios que invertían en materia prima y entregaban luego ese material a productores independientes para que lo transformaran. Mosácula sostiene que ese tipo de empresarios eran, en su mayoría, judíos. Aquello tiene una explicación. “Se necesitaba una inversión inicial bastante importante para adquirir la materia prima, y los judíos tenían ese dinero”, asegura. La ciudad de Segovia llegó a contar con dos ‘aduanas’ para controlar todos los cueros que entraban y salían: una se situaba en la llamada Casa del Sol, y la otra en un edificio de la actual calle Escuderos.

Las épocas de mayor esplendor del curtido de pieles coinciden con las de la pañería, esto es, los siglos XVI y XVIII. Por el contrario, el XVII es una centuria de crisis, en el que el curtido de pieles tiene un problema intrínseco, derivado de la astucia de los zapateros, quienes compraron al rey Felipe IV el privilegio de ser veedores (inspectores) de los curtidores. “Por ese privilegio –afirma Mosácula-, adquirieron un poder extraordinario sobre los curtidores; y esa fiscalización condujo a extorsiones”.

Lógicamente, la actividad del curtido de pieles no se ciñó a la ciudad de Segovia. Los más importantes pueblos de la provincia tuvieron tenerías. En 1783 se contabilizaban tres en Cuéllar y seis en Sepúlveda, por ejemplo, y Mosácula cita otras muchas tenerías en localidades como Riaza, Villacastín o Pedraza.

A finales del siglo XVIII, el curtido de pieles estaba ya en franca decadencia, y aunque con el rey Carlos III se intentó incentivar los oficios, el “pequeño repunte” de las industrias del cuero resultó efímero. En el siglo XIX, el curtido de pieles en Segovia era ya “prácticamente testimonial”. El principal motivo de este ocaso es, para este historiador, “el atraso industrial español”. “Mientras que otros países europeos comenzaron a investigar y a utilizar maquinaria y procedimientos químicos, el modo de producción de Segovia siguió anclado en la Edad Media, y esa fue su tumba”, concluye Mosácula.