Segovia carcelaria

Visitando en días pasados, en la antigua Prisión Provincial -hoy flamante centro de actividades culturales-, la muestra dedicada al Memorial Democrático, promovida por el Partido Socialista (sic) Obrero (sic) Español (sic), me ha venido a las mientes el pasado carcelario de nuestra ciudad, del que haré breve glosa.

En Castilla, como en el resto de los países, la cárcel fue, desde los mismos días de la repoblación, allá por el siglo XI, un establecimiento consustancial a toda ciudad de mediano porte. Y Segovia ya lo era entonces, junto a las plazas fuertes de Sepúlveda y de Ávila, como puntas de lanza sobre las que pivotaba el dispositivo castellano de ataque y defensa frente al reino musulmán de Toledo, que dominaba las tierras de Allendesierra. Tierras de frontera, y, por eso, peligrosísimas: las gestas del Oeste norteamericano, con sus apaches, sus comanches y sus vaqueros, debieron de ser poca cosa en comparación con aquella Segovia altomedieval que se enfrentaba durísimamente a los islamitas. El derecho contenido en el Fuero de Sepúlveda refleja bien la turbulencia de aquellos tiempos.

Es lógico, por lo tanto, pensar que, desde el mismo momento de la repoblación, hacia el año 1088, ya contase la ciudad con su primera cárcel. Y todo nos lleva a pensar que estuviese situada dentro de los fuertes muros del Alcázar, sede entonces de la autoridad gubernativa regia.

Pero aquellas cárceles medievales y modernas tenían un carácter muy distinto de nuestras prisiones contemporáneas. Porque no eran prisiones de cumplimiento de penas, sino cárceles en las que los presos pasaban apenas el tiempo de la instrucción del procedimiento penal, que concluía con la sentencia. Entonces salían ya de la cárcel segoviana, bien camino del patíbulo (en el que no solamente se privaba de la vida a los condenados a muerte, también se ejecutaban allí las demás penas corporales, desde los azotes a la mutilación), bien camino de las galeras del Rey o, ya más tarde, de los presidios norteafricanos.

Las cárceles segovianas, y ahora veremos que hubo varias y en distintos puntos de la ciudad, eran, pues, unos establecimientos bastante simples, en que los presos permanecían poco tiempo, cumpliendo penas leves, por ejemplo, por deudas -no solían ser libertados hasta que no las pagaban-. Cada cárcel tenía un alcaide al frente, cargo que designaba desde antiguo al comandante de un castillo o fortaleza, y que, por la extrema fidelidad que se le requería, exigía un juramento especial, el llamado ‘pleito homenaje’.

En primer lugar, hemos de volver a citar el Alcázar, que no solamente debió de servir como cárcel local y ordinaria hasta que consolidó su papel como palacio regio y como sede del Tesoro Real, sino que más tarde fue una famosa prisión para presos de Estado, es decir enviados por la Corona por razón de su alto rango, o por razones políticas. He examinado ese uso del edificio en mi estudio Alcaides, Tesoreros y Oficiales de los Reales Alcázares de Segovia. Por esa prisión encastillada pasaron prisioneros muy célebres, de los que recuerdo a Doña Blanca de Castilla, a los Condes de Alba de Tormes y de Benavente, al deán y a varios canónigos segovianos, al Duque de Maqueda, al rebelde flamenco Barón de Montigny, al Marqués de Ayamonte (degollado en Segovia en 1648), al Duque de Guisa, a la Princesa Colonna, a los Condes de Rivadavia, de Melgar, de Monteleón, de Villamar, de Lemos y de Eril, a la Duquesa de Nájera, a la Princesa de los Ursinos, a varios generales austriaquistas, al Barón de Ripperdá… También residieron en el Alcázar prisioneros más comunes, alemanes y portugueses, falsificadores de moneda, envenenadores, arráeces argelinos, guerrilleros… El último prisionero político que vino al Alcázar fue el general don Dámaso Berenguer, último presidente del Consejo de Ministros de la Monarquía constitucional, encerrado allí tras el golpe de Estado republicano del 14 de abril de 1931.

Pero la ciudad de Segovia, como cabeza de su Comunidad de Ciudad y Tierra, tenía desde el siglo XII un Justicia Mayor, tenía dos Alcaldes (cargo que, hasta el siglo XIX, designaba a los jueces, nada que ver con los alcaldes contemporáneos), y desde los comienzos del siglo XIV un corregidor nombrado por la Corona. Todas eran autoridades judiciales, civiles y penales, y por tanto disponían de un espacio carcelario propio.

En cuanto a tales espacios, recordemos que a finales del siglo XV la Torre Carchena, situada en las inmediaciones del huerto del Seminario, se usaba como cárcel pública. Sería ya en el primer tercio del siglo XVII cuando se construyó la Cárcel Real situada en medio de la Calle Real: un edificio sin duda importante para la época, en el que también celebraban los juicios el corregidor y sus tenientes y alcaldes. Tenía alcaide y teniente de alcaide. Por ese edificio pasaron, además de los delincuentes comunes, los presos políticos: así los prisioneros carlistas en 1873, así los activistas de derechas en 1931-1936, así los activistas de izquierdas a partir del verano 1936… La entrada en funcionamiento de la nueva Prisión Provincial, a partir de 1933 y sobre todo de 1939, acabó con ese uso de la antigua Cárcel Real.

Pero hubo más: como correspondía a una sociedad estamental, cada grupo social privilegiado tenía su propia cárcel. Los nobles y caballeros segovianos eran encarcelados en la parte alta de la puerta de San Martín, que era una pequeña fortaleza y por eso tenía su propio alcaide -como lo tenían las demás puertas de la ciudad-. Incluso el Ayuntamiento pensó, allá por el 1608, en construir una ‘cárcel de caballeros’ en unas casas de su propiedad: prueba de que se necesitaba.

Los eclesiásticos, con su fuero particular, también tuvieron su propia cárcel, la llamada Cárcel de Corona (por la corona que llevaban los eclesiásticos en lo alto de la cabeza). En ella no solamente se confinaba a los curas y frailes delincuentes, sino también a quienes daban palabra de matrimonio a una moza, y no la cumplían… Este establecimiento estaba situado en las casas frente a la reja del Alcázar, que eran de propiedad episcopal.

Volviendo a la muestra que en estos días podemos ver en la antigua Prisión Provincial: bien está, pero para completar esa ‘memoria democrática’ que se pretende, ¿para cuándo una muestra de las prisiones que sufrieron en Segovia hace casi un siglo los políticos y los militantes derechistas, por decisión de las autoridades republicanas de izquierda? ¿O de esas víctimas no hablamos?