A pocos días de cumplirse un año de la muerte de su hijo, Esther Hernanz asegura que el mundo del toro no estaba preparado para asimilar «dos golpes así en tan poco tiempo»
El mundo del toro vuelve a estar de luto a causa de la muerte de Iván Fandiño, un trágico suceso que evoca inevitablemente la pérdida hace ya un año de otro compañero, Víctor Barrio, cuya madre, Esther Hernanz, conoce «perfectamente» el dolor que tiene que estar pasando la familia del torero vasco.
«Otra vez la familia taurina vuelve a sufrir la pérdida de uno de los suyos. Es una pena muy grande. Se remueven otra vez muchos sentimientos, sobre todo, el dolor. Más todavía cuando, por desgracia, una sabe de lo que habla», reconoce la madre del malogrado espada segoviano.
A Hernanz, además del pesar que le produce el fallecimiento de otro matador en unas idénticas condiciones a las de su hijo, se le encoge también el corazón al pensar en los toreros que al día siguiente «tuvieron que volver a ponerse el traje de luces».
«El mundo del toro no estaba preparado para asimilar dos golpes así en tan poco tiempo. Habían pasado casi 30 años desde la última vez que ocurrió algo parecido, pero ahora, entre Víctor e Iván, solo han pasado 11 meses. Es muy duro para todos, sobre todo para la familia de Iván Fandiño que ahora estará sumida en un dolor por el que nosotros aún seguimos pasando», reconoce.
Dentro de pocos días se va a cumplir un año de la muerte de Víctor Barrio en Teruel, un funesto acontecimiento que, como remarca, «aún no he superado, ni superaré jamás», y que ha obligado a la familia «a aprender a vivir de nuevo».
«Se cortaron de golpe todas nuestras ilusiones. La muerte de un hijo es lo peor que te puede pasar en la vida. Pero debemos tirar para adelante como se pueda, tratar de vivir de otra manera y buscar el consuelo en continuar con el legado y con los sueños de Víctor», confiesa.
Así y todo sorprende la entereza que transmite en cada acto al que acude con su marido Joaquín, el brillo de sus ojos y esa media sonrisa que la sale al recordar a su hijo. La procesión irá por dentro, pero lo que proyecta hacia los demás es todo un ejemplo de superación, fortaleza y humanidad. «Esto se debe a que tenemos que dar las gracias a tanta gente que continúa con su memoria, que siguen con las cosas que él hacía y que ayudan a que su sueño perdure. Y es nuestro deber como padres seguir ahí con ellos», asevera.
«Víctor veía a los toreros como súper héroes»
«La tauromaquia, más que defenderla, hay que enseñarla», esa era de las frases acuñada por Víctor Barrio para expresar la necesidad de mostrar y explicar los valores del toreo, profesión en la que empezó a una edad tardía y sin pasar por escuela taurina.
«Él veía a los toreros como súper héroes, como algo inalcanzable. De pequeño jugaba a toro, y con el tiempo se fue acercando cada vez más a este mundo, bien corriendo encierros o yendo a las vaquillas; y recuerdo que cuando llegaba a casa me decía: 'Mamá lo que se siente es inigualable'», rememora.
«Y luego dijo: '¿Y por qué yo no?' Se fue preparando él sólo viendo vídeos, corridas de toros, probándose con vaquillas y así fue dándose cuenta que era capaz de hacer las mismas cosas que hacían sus héroes, y llegó un punto en el que me dijo: 'Mamá necesito saber si puedo'. Y vaya si podía», apostilla.
Pero su prometedora carrera quedó truncada para siempre hace casi un año en Teruel por la cornada que le infirió un astado de Los Maños, un animal, el toro bravo, al que Hernanz «no» guarda rencor.
«¿Por qué? El toro lleva su inercia, es un animal bravo, y, como tal, tiene su comportamiento. No le podemos exigir ahora que tenga compasión, prudencia... Estaríamos tontos», sentencia tajantemente.
Finalmente, y a la pregunta de cuál era su opinión sobre la cantidad de mensajes de muy mal gusto vertidos en redes sociales que agredían la memoria de su hijo, y ahora a la de Iván Fandiño, Hernanz concluye que lo que más pena le da es que «haya gente que se proclame animalista y elijan a las hienas como prototipo. Entonces, a esos, no hay que tenerles ni en cuenta».